La colección de Austen

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martes, 16 de agosto de 2016

Parte de mi alma- "Una fiesta como esta"



¡Parte de mi alma, yo te busco!
   Reclama mi otra mitad…
          «A fin de que permanezcas para siempre a mi lado…».

Darcy por fin pudo verla completamente. Y aquella visión de la Srta. Elizabeth lo conmovió en lo más profundo de su ser. De repente, se volvió doloroso respirar.

¿Dónde había leído eso? Reflexionó mientras se quedaba inmóvil, hipnotizado por la visión que tenía frente a él. «Parte de mi alma…». Trató de mover sus piernas. Dio un paso hacia aquellos maravillosos ojos iluminados con tanta vida. «Yo te busco…». Otro paso y Darcy pensó que sus ojos se encontrarían, pero no pudo ser porque ella se estaba alejando. «Mi alma…».

¡Milton! Enseguida le vino a la mente el origen de las frases. ¡El libro que ella había estado leyendo en la biblioteca! Darcy sonrió para sus adentros, mientras avanzaba hacia el salón de baile a grandes zancadas. El canto de Adán después de ver por primera vez a Eva. ¡Qué apropiado! Entró en el salón y se colocó en un lugar donde tuviera la mejor vista del baile. Elizabeth estaba a un lado, absorta en una conversación con su amiga la señorita Lucas. «A fin de que permanezcas para siempre a mi lado…». Dejó escapar un suspiro, cambiando de posición y entrelazó las manos enguantadas sobre la espalda. ¡Qué apropiado! ¡Qué cierto!

En el baile, el caballero obsequió a Elizabeth con la más formal de las reverencias, inclinándose totalmente. Cuando se incorporó, fijó los ojos en lo que estaba detrás de la mejilla izquierda de la muchacha, pero no sin lanzarle antes una mirada disimulada. «Que permanezcas a mi lado…». Darcy congeló la idea. No había ni una pizca de maleabilidad en la doncella de piedra que tenía enfrente. ¡Vamos, imbécil, termina con esta locura!, gruñó para sus adentros, al sentir esa conocida sensación de frialdad apoderándose de su pecho mientras iniciaba la danza.

Resopló al recordar la advertencia de Fletcher, su ayudante de cámara, de que su problema con «la señora» no era más que una comedia de equivocaciones.

Si esto es comedia, Fletcher, no podría soportar sus tragedias. Darcy se detuvo y levantó la mirada hacia la luna reflexionando sobre la agitada discusión con ella en el baile. No estoy molesto con ella. Ella no tiene la culpa, ella es… Fue el frío, con seguridad, lo que le provocó un estremecimiento. ¿Mi otra mitad? Darcy negó con la cabeza y, poniéndose los brazos alrededor del cuerpo, apretó las manos contra los costados y movió los pies. Tu estupidez parece haberte seguido hasta aquí. Entonces, ¿qué haces congelándote? Puedes ser igual de tonto sin tener que soportar tanto frío.

… tan agradablemente bella,
que lo que antes me había parecido
bello en todo el mundo
ahora me parecía raquítico,
o más bien, que estuviese reunido en ella,
contenido en ella.
Y en sus miradas, que desde aquel momento
han derramado en mi corazón una dulzura
no experimentada hasta entonces:
Su presencia inspiró a todas las cosas
un espíritu de amor y una amable delicia.

Pensó con nostalgia al darse cuenta de que estaba en Londres tan lejos de ella. Recordó como se defendía de las ofensas provocadas y cuan astutas eran sus respuestas. Darcy se dio cuenta en aquel instante de que él siempre se iba a sentir orgulloso de Elizabeth, y podría confiar en ella porque lo entendía, porque era como él… y él la amaba. ¡Parte de mi alma, yo te busco! —los versos de Milton regresaron otra vez con toda su fuerza y veracidad—. Reclama mi otra mitad. Si pudiera describir la, belleza de vuestros ojos…

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